El propósito eterno de Dios - David Martyn Lloyd-Jones, Charles H. Spurgeon, Patrick Gillespie, Peter Bulkeley, R. B. C. Howell, Arthur W. Pink, Thomas Brooks, A. A. Hodge & Isaac Ambrose

El propósito eterno de Dios

Par David Martyn Lloyd-Jones, Charles H. Spurgeon, Patrick Gillespie, Peter Bulkeley, R. B. C. Howell, Arthur W. Pink, Thomas Brooks, A. A. Hodge & Isaac Ambrose

  • Date de sortie: 2019-11-12
  • Genre: Religion et spiritualité

Description

A fin de que el pueblo de Dios piense profundamente en estos temas, presentamos este número de Portavoz de la Gracia: El propósito eterno de Dios. No todos los autores incluidos concuerdan  entre sí en todos los detalles; los lectores  diestros en asuntos teológicos lo notarán acá y allá. Pero todos estos autores —protestantes o bautistas— creen que el propósito eterno de Dios es el fundamento de la totalidad de nuestra salvación. David Martyn Lloyd-Jones introduce este tema sumamente profundo. Charles Spurgeon luego explica hermosa y conmovedoramente las partes, estipulaciones y los objetivos de los concilios eternos de Dios. ¿Cuál es la naturaleza de este acuerdo eterno? Patrick Gillespie lo describe, y Peter Bulkeley ofrece una breve lista de las promesas y los acuerdos tomados entre el Padre y el Hijo en la eternidad. La realidad bíblica del plan de Dios es explorado por R. B. C. Howell, y A. W. Pink muestra la importancia de la elección de Cristo como nuestro Mediador. Ahora bien, ¿es esto pura especulación o hay algún valor práctico en contemplar este tema? Thomas Brooks contesta esa pregunta con una exposición detallada de los acuerdos entre el Padre y el Hijo, que apunta a edificar y alentar al creyente. A. A. Hodge nos ayuda a ver que la única manera de comprender correctamente la expiación de Cristo es a través del cristal del propósito eterno de Dios. Y después, tenemos un segundo artículo en el que Spurgeon nos da una visión impresionante de la consumación del plan de Dios: la boda del Cordero. Para finalizar, Isaac Ambrose nos urge amar a Cristo profundamente porque planeó y acordó ser nuestro Salvador antes de la fundación del mundo. ¡Aleluya! ¡Qué Salvador!

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